Me hice libre, vivo libre, en esta inmensa celda de castigo
que es la tierra.
Mal día de frío y temor. Su ira de desquiciado
en oscuras noches de pánico y pavor.
Qué bonita es la amistad. A veces no parece de verdad.
No me apetece hablar así que no vengas a molestar.
No me digas lo contrario, porque sé que tú lo sabes;
dentro de este carcelario, está ocurriendo algo grave.
El mundo es un sitio injusto, hay tantas desigualdades
como para llevarse un disgusto y morirse de tantas fatalidades.
Día a día luchando contra mi subconsciente, pero no parecía
estar demasiado consciente de la situación porque no paraba de decirme
que era la mejor opción, aunque fuera la equivocada.
Aparece la idea encontrada, tarde o temprano algo ocurre,
sientes que es vital un choque, por eso siempre acecha el cambio
así que, mientras, espero con una mano en el pecho.
El invierno es muy tierno.
Tú me pegas. Te sientes hombre, pero lo que haces no tiene nombre.
Una mujer bella encarcelada injustamente. Mala suerte la de ella.
Cada día despierto y echo de menos su aliento.
Agradezco cada momento que pasa conmigo y su esfuerzo.
Te crees que por pegarme eres hombre, que soy la muñeca que no tuviste
que yo como de tu mano como pájaros alpiste,
yo haré lo que quiera, como mis padres mi nombre.
Tengo tu puño acechando, calada hasta los huesos,
me sigo aislando cargando con el peso.