Pasos y un mar. Un mar, de dunas o de olas, pero de adioses perennes.
Como motas de polvo que arrastra el viento a través del éter, vagamos.
Tiritan los grises pilares ante el frío vacío del destierro.
Bebo las lágrimas que humedecen esta orilla, y la otra, la de enfrente
Lo que no se siente, no existe. Y eso somos: los inexistentes en vida.